domingo, 26 de julio de 2009


ORATORIO


El silencio de la mañana,
como un oratorio para mis oídos
lejos del dramatismo de una ópera
de toda falsedad que espante.
Este silencio que no tiene humanidad
para acortar los días
o extraviar valijas
me envuelve en una siesta anticipada
y se desenvuelve, y no me cansa.

Es mi secreto para aletargar el tiempo,
los momentos lindos de la vida.
Como el bullicio nervioso de los pájaros
o el becerro de oro en el que sin chistar creemos.
Un mandamiento al pié de la montaña.

Es mi forma de mostrar a los que amo
que no los necesito a la sombra de mi árbol.
Alimaña soy y seré en esta cueva
trajinando papeles hasta que me muera.

Acabaré arrojándome a la hoguera de la tarde
un día de estos, lo presiento,
el día en que sienta en mis tripas el apetito
voraz de mis instintos, y no los reprima,
y en el mantel de diario improvisado, sobre el pasto
ordene los platos que ordena a menudo la belleza.

Acabará la luz, la tierra firme que nos cobija
y no nos damos cuenta, los rascacielos, los artificios,
acabará el rumor del mar que se resiste
a ser solamente una gota de lágrima flotando por ahí.

Pero el silencio que me envuelve hoy,
que me revuelve esta mañana
recordándote, nunca más,
dejará de ser.

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