viernes, 10 de junio de 2011

APENAS CONOCIDOS



A lo lejos veo pinos sacudidos por el viento.

Acaba de caer un aguacero
y el agua se escurre en un embudo.
Todo se concentra allí,
envases, colillas,
bolsitas de plástico.

Ese remolino, nos recuerda cosas,
residuos de una fiesta,
porquerías que alguien desechó.

Hubiésemos preferido el anonimato
a la hora de las noticias pésimas,
nos acostumbramos rápido a la mugre.

Yo también habré caído junto con ellos,
cuando nadie me vio,
desde un balcón cualquiera
hasta la calle, que es de nadie.

Junto a las heces y los desperdicios,
incomodamos, olemos pésimo.

Metidos los pies en las alcantarillas,
resultamos perros que ganaron su cojera,
ladramos historias fantásticas
a la hora de la rabia.

Nunca dará la luz del sol
en esos sitios para prostitutas,
percudimos nuestra sombra,
ratas de un barco que se nos vino a pique
hace ya tiempo.

No solo aquellas damas
abrieron sus piernas por dos pesos.

El milagro ha consistido
en distinguirnos pares entre la maraña,
oler juntos la mierda,
llorar incluso, si nos hiciera falta-

Amontonados, gente solitaria
tímida, muy pocas veces
se nos escapa una carcajada.

Igual, el agua tiende a nivelarlo todo.