miércoles, 27 de mayo de 2009




FESTEJO
Festejo tu cuerpo imprescindible
Despojado de saco y corbata, posmoderno,
Festejo en tu cálida bahía
Mi barca conocida, regresando a puerto
Festejo los relámpagos ametrallando el cielo
El brillo de tus ojos cuando ven el techo
Cuando ven un peregrino concienzudo en el cristal
Husmeando tenaz su derrotero.
Festejo el vaivén coordinado y cierto,
Las ansias del puñal lacerando el muerto
Profundamente en busca de tu nervio,
El latido que amenaza no ser y sigue siendo,
El llanto que da vida y no nos mata.
Festejo la explosión, presuntamente
Para la que he debido nacer esta jornada,
La estepa que se hace blanca en un instante,
Tu aullido de loba adentro de mi oreja.
Festejo la ostensible quietud, esa caricia,
Mi respiración desacompasada
Un segundo después que el alma se derrama.
Festejo tu dedo jugueteando en mis espaldas,
Los dimes y diretes del diablo y dios
Por nuestras almas.
El humo tras el fuego que se apaga,
El sudor y el sueño repentino
Argumentos de la muerte pero benignos.
Festejo cada día, cada instante
De todos los instantes en que estás conmigo.



LEVA COSANOVICH

LOS MEJORES AMANTES DEL MUNDO


La puta y el chino se miran
Como enamorados,
Hacen silencio cuando el otro habla

Otra noche ordinaria
De lloviznas sucias
Y corazonadas.

Tal vez fuera el tono monocorde de él,
O su dedo en busca del tembladeral,
El punto de su rendición absoluta.

Ni una palabra entendieron del otro.
Ni les hizo falta.
Callaban, y el otro respondía.

A medida que pasaba el tiempo,
(Ese enemigo)
Algo se apoderaba de ellos,

Y el dolor se les escurría
Por los ojos hasta estrellarse
Sobre la colcha azul que había sido de raso.

Las sombras permanecieron largamente.
Algo que olvidó el nuevo día
Sobre la pared semioscurecida.

Fue una cita irrepetible.


LEVA COSANOVICH.

miércoles, 13 de mayo de 2009

ANTIPROFECÍA




(“El amor nunca deja de ser”
1° Cor. Cap. 13)

Fue destruido el templo
Y pasaron las tres jornadas.

El mundo ha vuelto a ser de nuevo
Piedra sobre piedra
Y los hermanos
No han podido habitar en armonía.

Las saetas en manos del valiente
Son cosas del pasado.

La tierra fue refundada otra vez
Sobre los mares,
Otra vez, sobre los ríos.

He bajado del monte,
Del lugar santo, y ensucié las manos,
Ellas perdieron su destreza antigua
Para la batalla.

Y he vuelto a ser impuro
Y me he acostado en paz
Pero no he dormido.

En vano he limpiado mi corazón
En vano alguna vez lavé mis manos.
Igual he sido azotado todo el día.

Sigo siendo débil
No he podido perfeccionarme.

Vuelvo a hablar lenguas humanas
A ser címbalo que retiñe,
Metal que resuena.

Yo trasladé los montes
Y repartí mis bienes.
Yo entregué mi cuerpo para ser quemado.
Y mi amor sí, buscó lo suyo.

Pero no he podido aceptar el sufrimiento.
Ni gozarme.

Soy un incrédulo.



Leva Cosanovich

ULTIMO RECURSO

He lanzado una botella al mar.
Una botella vacía.
Recuerdo su pico verde
Al vaivén de olas posesivas
También verdes.

A último momento deseché palomas,
(Jamás hubieran resistido tamaña travesía)
El humo de mis señales anteriores,
Desconecté teléfonos,
Grité, pero nadie acudió.
Un ronco balbuceo,
El eco de mi letanía entre peces carniceros
Que me miraban serios.

Fue mi recurso último,
Una extremaunción.
El sol a fuego lento.

Tal vez no tarden,
Lean el mensaje encriptado,
Palabras que huyeron de mis hojas
De un día para el otro.
De mi bitácora de Capitán a remo,
Náufrago confeso.



Leva Cosanovich
BUENOS AIRES. 2008-11-29