miércoles, 13 de mayo de 2009

ANTIPROFECÍA




(“El amor nunca deja de ser”
1° Cor. Cap. 13)

Fue destruido el templo
Y pasaron las tres jornadas.

El mundo ha vuelto a ser de nuevo
Piedra sobre piedra
Y los hermanos
No han podido habitar en armonía.

Las saetas en manos del valiente
Son cosas del pasado.

La tierra fue refundada otra vez
Sobre los mares,
Otra vez, sobre los ríos.

He bajado del monte,
Del lugar santo, y ensucié las manos,
Ellas perdieron su destreza antigua
Para la batalla.

Y he vuelto a ser impuro
Y me he acostado en paz
Pero no he dormido.

En vano he limpiado mi corazón
En vano alguna vez lavé mis manos.
Igual he sido azotado todo el día.

Sigo siendo débil
No he podido perfeccionarme.

Vuelvo a hablar lenguas humanas
A ser címbalo que retiñe,
Metal que resuena.

Yo trasladé los montes
Y repartí mis bienes.
Yo entregué mi cuerpo para ser quemado.
Y mi amor sí, buscó lo suyo.

Pero no he podido aceptar el sufrimiento.
Ni gozarme.

Soy un incrédulo.



Leva Cosanovich

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