viernes, 12 de noviembre de 2010

LA NADA

¿Y si esto, nada más, fuera la nada presentida?
Mi propio alientaparaísos con forma de espejo, un repuje de bronces con un hombre de vidrio.
Yo mismo, examinando bordes; dándome cuenta, de que esto nomás, fue todo.

Y mi madre, que me sigue pasando el mate en sueños, y sonríe por cábala, como diciéndome: Hijo mío, bendito de mi vientre. Y ya haya sido ella… y yo que nunca lo supiera; eterno fingidor, hubiera preferido hacerme el tonto.

Creer que la nada fuera inasequible y sin embargo, vaciar mi propia imagen en esto que parece mi reflejo.
¡Conozco tanto las sombras de mi sombra! ¡veo mis propias cicatrices, mis arrugas!
Surcos, que me gané a fuerza de embestir paredes. Y mis ojos distingo, y mi sonrisa buena, esa costumbre de entrecasa no se me borra.

Esto, maldita sea, no puede ser la nada, un agujero que me traspasa libremente y me vuelve trashumante de interiores, separa mi piel, mis órganos inauditos, mis tejidos conectivos para que haya espacio; y yo me fuera acostumbrando a esta quietud.
Y uno al fin, termina amigándose con los gusanos.

Esta nada, devorándome los dedos y las piernas que se relame como felino satisfecho, mimetizada en su disfraz de cenicienta. Y cuando lloro, me acerca su pañuelo negro, y cuando suspiro, me arranca los ojos, y la mirada.

No hay amor suficiente para que recuerdes, parece decirme, ni tanto dolor como crees merecerlo. Y esa vacuidad, el vértigo nauseabundo que corroe mi esqueleto aquietado, y la garra de los miedos que por fin me suelta.

En el suelo, piedritas que de niño fui escupiendo hasta el día en que los monstruos dejaron de acosarme para terminar comiendo de mi mano. Adoradores de reliquias falsas, clérigos infieles osaron despertarme en mitad del sueño con arietes.

Y sin embargo, sí, esta parece ser la nada presentida, el fin de los caminos que apenas hube sospechado, límites impuestos por alguien que me quiso, amarra cortada por una mano que era para siempre, aquéllos días que ya no viviré con alguien que cierta vez fue mío… pero nunca lo fue… y ya nunca podrá serlo.

Si, esto seguramente es la nada, el hombre tras el marco que me mira avejentado y que se ha puesto viejo; el mundo sucesivo sin infancia, el ruido de goznes que nadie ha aceitado en años. Un rumor en lo oscuro que nunca se hizo ruido.

Sí, la puerta entornada de madera que ya comienza a abrirse…y la sombra que avanza… de uno que pasaba.

Leva Cosanovich
levacosanovich@hotmail.com