sábado, 29 de noviembre de 2008

OLIVERIO GIRONDO

EXVOTO

A las chicas de Flores
Las chicas de Flores, tienen los ojos dulces, como las almendras azucaradas de la Confitería del Molino, y usan moños de seda que les liban las nalgas en un aleteo de mariposa.
Las chicas de Flores, se pasean tomadas de los brazos, para transmitirse sus estremecimientos, y si alguien las mira en las pupilas, aprietan las piernas, de miedo de que el sexo se les caiga en la vereda.
Al atardecer, todas ellas cuelgan sus pechos sin madurar del ramaje de hierro de los balcones, para que sus vestidos se empurpuren al sentirlas desnudas, y de noche, a remolque de sus mamas —empavesadas como fragatas— van a pasearse por la plaza, para que los hombres les eyaculen palabras al oído, y sus pezones fosforescentes se enciendan y se apaguen como luciérnagas.
Las chicas de Flores, viven en la angustia de que las nalgas se les pudran, como manzanas que se han dejado pasar, y el deseo de los hombres las sofoca tanto, que a veces quisieran desembarazarse de él como de un corsé, ya que no tienen el coraje de cortarse el cuerpo a pedacitos y arrojárselo, a todos los que les pasan la vereda.
Buenos Aires, octubre, 1920.
Oliverio Girondo

LOS LABRADORES

Gotas de sangre camufladas
en el sudor de sus camisas.
Manos ásperas, inflexibles,
inútiles en el solaz de la ternura.

Miran lejos, recordando
como si extrañaran.
Alborotan con sus modales
ríen con risas que les acampan en la cara.
Piden permiso casi siempre,
lloran en los velatorios a las apuradas,
brindan con todo el mundo,
cantan de gratitud cuando nace un niño.
Son de bailar hombre con hombre
en santorales y días festivos.
Tienen amigos a entre horas.
Se levantan temprano y pronostican el día,
previenen con certeza, dolores de muelas,
aguaceros repentinos.
Por las noches, si no beben,
si no hacen el amor,
tardan en conciliar el sueño.

El labrador
murió sin preocuparse por la muerte.
Ocurrió, como el otoño antes del invierno,
acabada la cosecha.
(Yo no había nacido todavía,
mi abuela me contó que lloviznaba
como hoy.)


Leva Cosanovich

EL UNTUOSO

Yo soy el indemne
Al que todo le resbala
Tengo aleccionado contra toda alegría
A mi corazón espartano.
Bebo, no por mí
Bebo para complacer al hijo de mi madre
Que no soy yo ni es mi hermano
Y vive adentro mío.
Deleznable, ileso
De tantos agujeros en el cuerpo
A fuerza de cosas que nos salieron mal.

Ignífugo, a unos amores
Que pretendieron abrazarme
A fuego de soplete,
Permeable solamente a los atardeceres
Y a cinco libros de mi biblioteca
Que habrán de hallar su libertad
Cuando menos lo sospechen
Uno tras otro, sin ningún trámite.
Solo ellos son mi testamento.

Un hombre inagotable,
Un error en los cálculos
Colaterales que superaron
Lo planeado.
Así soy.
Me reconocerán por el aspecto untuoso
La dura cáscara de cucaracha
Mis oídos obturados por la rígida sonrisa;
Y el escepticismo enfático
De una flor amarilla en la solapa,
Marchita.
levacosanovich@hotmail.com