martes, 26 de abril de 2011

CITA


El veinticinco de noviembre, a la hora en que la tierra choca con la luna, te veré.

Y todo aquello que pensamos quedará para otro día.

Caminaremos juntos sin atrevernos a darnos la mano por pantanos nauseabundos, tocaremos una que otra piedra chamuscada y otros temas.

Y tal vez nos preguntemos qué fue de esos dinteles antiguos, qué de los muros con rejas, del sino lamentable de ciertos edificios que serían para siempre.

Toda la tarde pisaremos las cenizas, entre muertos, bien muertos que mirarán de pena y de reojo, nuestra tibia alegría.

Iremos vos y yo, como antes. Bueno, no como antes, yo hablaré a mi turno y vos también, y evitaremos hablar del estropicio.

En el campo del honor recuperado, desnudaremos las heridas que nos dolieron más, y cuando nadie nos vea, nos besaremos las manos callosas de artesanos. Yo lavaré tus pies, y lavarás los míos.

El veinticinco de noviembre, al momento justo en que las aves, todas al unísono, salten de los árboles y empiecen a volar en círculos.